Las infecciones son problemáticas y debilitantes para el rendimiento atletico. Concretamente, la infección de vías respiratorios altas (IVRA), como el resfriado común es, tras las lesiones, la complicación médica por la que los deportistas de los juegos olímpicos de invierno y verano solicitan más atención médica.
Los efectos adversos derivados de las infecciones requieren mucha atención. En los deportes de élites cualquier factor que limite la disponibilidad para entrenar y participar en una competencia importante, por pequeño que sea, puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso.
En el siguiente post encontrarás las claves para reducir el riesgo de infección.
Contenidos
INFLUENCIA DEL EJERCICIO SOBRE EL SISTEMA INMUNE
La práctica de ejercicio físico a intensidades moderadas y de corta duración (menos de 45 minutos) tiene efectos positivos sobre la función inmunológica, sobre todo en adultos mayores y personas con enfermedades crónicas. Además, la estimulación muscular a través de la actividad física promueve la liberación de citoquinas y mioquinas que contibruye a reducir la inflamación sistémica.
Muchos biomarcadores se alteraron con el entrenamiento intensificado, pero no de una manera relacionada con los cambios en el rendimiento del ejercicio. Los neutrófilos, la glutamina, la urea y la relación testosterona: cortisol exhibieron cierta evidencia de cambios direccionales que se correspondían con los cambios en el rendimiento, lo que indicaba un potencial para rastrear el rendimiento.
RIESGO DE INFECCIÓN EN ATLETAS
En el deporte de élite las infecciones suponen una gran preocupación. Son debilitantes y sus síntomas pueden tener una gran variedad de efectos perjudiciales en el rendimiento deportivo. Tales como disminución en la capacidad aeróbica o menor fuerza muscular, entre otros muchos.
Aunque en la mayoría de atletas la incidencia de IVRA es similar a la población general, una pequeña proporción (5-7%) experimentan episodios recurrentes a un ritmo más elevado. Además, la incidencia de las infecciones puede aumentar en periodos con altas cargas de entrenamiento o competición. Tal es así que las infecciones constituyen una de las principales causas por las que los atletas enferman.
Estas observaciones quedan plasmadas en la famosa hipótesis de la `Curva en J´.
Para dar respuesta a la incidencia de infecciones que se da lugar en los deportistas de alto rendimiento, se ha puesto el foco durante las últimas 4 décadas en uno de los grandes clásicos de la Inmunología del Ejercicio: la Teoría de la Ventana Abierta.
¿ES CIERTA LA TEORÍA DE LA VENTANA ABIERTA?
La teoría de la venta abierta sostiene que el ejercicio va a provocar una inmunodepresión del sistema inmune y, por consiguiente, un aumento de la susceptibilidad a infecciones oportunistas, particularmente en el tracto respiratorio superiores.
Más concretamente, señala que en deportes de duración mayor a 90 minutos se produce una curva bifásica de la respuesta inmunológica impulsada por el ejercicio. La curva encontraría un aumento de los linfocitos (marcador principal de las respuestas de resistencia inmunitaria frente a infecciones) durante el ejercicio y, seguidamente, una caída de esos linfocitos por debajo de los niveles basales. La caída de linfocitos es lo que marcaría el estado de “ventana abierta” y se estima que es del 15 al 70% por una duración de dos horas aproximadamente.
La teoría de la ventana abierta ha sido soportada por diferentes estudios, como el de la Maratón de Los Ángeles en 1987 o la Maratón de Los Dos Océanos en 1982. Sin embargo, la idea de que el ejercicio en sí mismo puede deprimir la inmunidad y aumentar el riesgo de infección independientemente de muchos otros factores, lleva varios años siendo desafiada. Actualmente encontramos dos posicionamientos controvertidos sobre esta teoría: uno que la defiende y otro que la rechaza por considerarla demasiado simplista.
Uno de las publicaciones que comenzó a desafiar a esta teoría sugirió que la causa del aumento de IVRA tras las carreras no era el propio ejercicio, sino el hecho de poseer sintomatología de infecciones de forma previa a la carrera.
Otro estudio que también aportó información de suma importancia reflejó que, efectivamente, el deporte de élite es incompatible con una frecuencia alta de infecciones.
DE LA CURVA EN «J» A LA CURVA EN «S»
Las altas cargas y volúmenes presentes en el deporte de élite pueden comprometer a la función inmunitaria de los atletas. Asimismo, la presencia de enfermedades deriva en disminuciones o ausencias de los entrenamientos o competiciones previstos. Dicha situación es incompatible con el deporte de elite. La situación sería como la de una pescadilla que se muerde la cola, una reacción en bucle.
Por el contrario, cuanto menos enfermo esté un deportista, más podrá entrenar. Por ello, los ganadores de medallas deportivas en campeonatos mundiales experimentan menos IVRAS que los deportistas que compiten a nivel nacional. Concretamente, estos últimos experimentan un 40% más de IVRAS. Es decir, el entrenamiento de élite internacional se asocia con una menor susceptibilidad frente a infección.
Este nuevo panorama, ha dado lugar a la transición de la curva en J a la Curva en S. En ella se muestra una diferencia entre dos niveles dentro del deporte de alto rendimiento.
Un deportista de elite internacional requiere un sistema inmune capaz de funcionar bajo altos niveles de estrés psicológico y fisiológico. Tal es así que poseer un sistema inmune de estas características se convierte casi en una condición para poder ser un atleta de élite con éxito.
En definitiva y en contra de lo que hasta ahora se pensaba, la práctica de ejercicio regular a una intensidad tanto moderada como alta puede ser beneficioso para la función inmunitaria y posiblemente incluso reduzca el riesgo de infección.
FACTORES DE RIESGO DE INFECCIÓN EN ATLETAS
Para que se de lugar una infección, son necesarias dos cosas. La primera, que nuestro sistema inmune deba estar comprometido. La segunda, que estemos expuestos a un patógeno.
En este sentido, encontramos varios factores que influyen en el riesgo de que un atleta sufra una infección y la modulación de dichos factores será fundamental para prevenirla.
El estado nutricional como factor de riesgo de infección en deportistas
El estado nutricional de un individuo influye tanto en su susceptibilidad a la infección como en su respuesta a la infección en término de resultados clínicos. En otras palabras, el grado de nutrición que tenemos va a determinar cuál va a ser nuestra respuesta inmunológica a una infección.
Los principales aspectos nutricionales que demuestran el papel de la alimentación sobre el riesgo de sufrir una infección en deportistas, son los siguientes:
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Hidratación
La saliva contiene proteínas como la lisozima, la inmunoglobulina G (IgG) o la α-amilasa que tienen cierto carácter antimicrobiano.
Ante un estado de deshidratación moderada (pérdida de ≈3% de peso) producida por el ejercicio, puede disminuir la secreción de α-amilasa en un 44% y de lisozima en un 46%. Este descenso ocurre por una mayor actividad del sistema nervioso simpático, el cual va a ocasionar una vasoconstricción de las glándulas salivares.
Por tanto, una hidratación adecuada servirá para soportar un flujo adecuado de saliva y reforzar así a la saliva como primera barrera de defensa contra patógenos externos.
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Ingesta energética.
Un aporte energético deficiente puede afectar negativamente a la inmunidad y así se ha demostrado en enfermedades como el marasmo, o en la restricción energética proteica. En el deporte de élite es común la puesta en marcha de estrategias de baja disponibilidad energéticas de forma puntual, controlada y con buen aporte proteico en periodos de entrenamiento para optimizar ciertas adaptaciones metabólicas. Este tipo de estrategias no compromete la salud del deportista hasta un mayor riesgo de infección.
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Ingesta adecuada de macronutrientes
Para evitar alguna perturbación inmunológica, se recomienda una ingesta de carbohidratos mayor al 50% de la ingesta energética, adecuando la cantidad al concepto de energía por ejercicio realizado. Asimismo, algunos estudios apuntan a que los carbohidratos pueden tener un impacto positivo sobre los niveles de hormonas del estrés como el cortisol.
Por otra parte, la ingesta de proteínas es necesaria para soportar la división celular y la producción de proteínas con carácter inmunológico, como las inmunoglobulinas. Se recomiendo asegurar una ingesta de 1,2-1,6g/kg peso corporal/día. No obstante, hay estudios que apunta a una ingesta mayor (hasta 3g/kg de peso/día), para obtener efectos positivos en la incidencia de IVRA inducida por el ejercicio de elevada intensidad.
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Aporte de vitaminas y minerales.
Las deficiencias de ciertos micronutrientes son causas potenciales de disfunción inmune. Se ha demostrado que una ingesta adecuada de los mismos es importante para restaurar la función inmune. Lo que no está tan claro es sin su suplementación por encima de las ingestas recomendadas en sujetos sanos sería recomendable. Además, existe peligro por suplementación excesiva de ciertos micronutrientes, como el zinc.
Los suplementos con más evidencia científica para el buen funcionamiento inmune son la vitamina D (en casos de deficiencia diagnosticada), la vitamina C a través de la ingesta dietética, el zinc (al inicio de los síntomas) y los probióticos (sobre todo ante deterioro de la barrera intestinal).
Principales factores de riesgo de infección en deportistas
Acompañando al estado nutricional, los factores de riesgo más importantes frente al riesgo de infección en atletas son los siguientes.
Genética:
Existen variantes genéticas que intervienen en la expresión de genes asociados a la respuesta inmune. Así, la presencia de determinadas variantes genéticas puede mostrar tendencias aumentadas a sufrir IVRA en población atlética. También podrían llegar a usarse como valor predictivo de la identificación de atletas que son más predisponentes a experimentar infecciones recurrentes cuando son expuestos a altos niveles de estrés físico.
Estrés crónico, la depresión y la ansiedad.
El estrés crónico tiene efectos negativos y puede suprimir las respuestas protectoras del estrés agudo o interrumpir la capacidad de regular la actividad inflamatoria. El estrés crónico desregula las respuestas inmunes innatas y adaptativas, contribuyen al desarrollo de inflamación crónica de bajo grado. También suprime la cantidad y función de las células inmunoprotectoras.
Los estudios realizados en atletas de alto rendimiento muestran que el estrés crónico, los síntomas de depresión o la ansiedad pueden comprometer la función inmune.
Aunque es necesario más investigación en el área, un estado previo de ansiedad puede disminuir los mecanismos de defensa frente a un patógeno.
Estrés ambiental y cambio estacional.
Durante entrenamiento y competiciones, muchos deportistas de elite se exponen a situaciones que conllevan estrés ambiental (Por ejemplo, temperaturas de -10ºC o 40ºC, o 2500m de altitud) y que pueden acompañarse de situaciones puntuales de hipertermia (temperatura corporal >39ºC) o hipoxia, entre otras. Así, aunque no suponen una gran amenaza para la función inmunitaria, si se vinculan con efectos como. Por ejemplo, la reducción de células encargadas de mediar la inmunidad.
Por otra parte, el enfriamiento agudo de los pies durante 20 minutos a 10ºC provoca la aparición de síntomas de resfriado común en alrededor del 10% de los sujetos expuestos. También el hecho de respirar aire frío y seco. Así, se aprecia un ligero aumento en la tasa de IVRA en las estaciones de invierno y otoño en comparación con las más calurosas.
Viajes aéreos
Los viajes aéreos no solo generan mayor estrés y disrupción circadiana, sino que también aumentan la exposición a patógenos. Tal es así, que hay estudios que estudian cómo los viajes aéreos aumentan el riesgo de IVRA hasta 5 veces. También se ha sugerido que afectan a la cantidad de sueño y a un aumento de la fatiga durante los 2 días posteriores al viaje.
Pobre calidad o cantidad de sueño
El sueño y el sistema circadiano tienen una fuerte sinergia e influencia en los procesos inmunes. Por ejemplo, el sueño nocturno, y especialmente el sueño de onda lenta frecuente durante la noche temprana, promueve la liberación del receptor de glucocorticoides y la prolactina. Mientras que las acciones antiinflamatorias de cortisol y catecolaminas están en los niveles más bajos.
Hay estudios que demuestran que una menor duración del sueño (<6 horas) se asocia con mayor duración del resfriado común. Por lo tanto, el sueño junto con el estrés, es otra pieza más del rompecabezas de la inmunidad que hace más susceptible al deportista frente a IVRA.
Mucosa intestinal debilitada
El intestino es el hogar de billones de microorganismos que tienen funciones vinculadas al metabolismo, la función endocrina, neuronal e inmune. Tal es así que aproximadamente el 70% del sistema inmune se encuentra en el intestino. Asimismo, existe literatura científica creciente señala la relación entre el estrés físico y emocional durante el ejercicio y los cambios en la composición de la microbiota gastrointestinal.
Se ha demostrado que el ejercicio intenso y prolongado, especialmente en el calor, aumenta la permeabilidad intestinal y la disbiosis del microbioma intestinal. Lo que promueve la inflamación y consecuencias metabólicas negativas. También cada vez hay más pruebas que indican que los síntomas de IVRA están relacionados con una falla en la regulación de la mucosa de las vías respiratorias.
Pobre higiene y/o exposición con personas enfermas
Tener buenas prácticas de higiene es fundamental para evitar el contacto con el patógeno y, por tanto, la infección. Algunos estudios apuntan a que, si estamos cerca de una persona que tose, tenemos un 80% de posibilidades de enfermar.
Estrés físico, entrenamientos recurrentes y de alta intensidad.
Los deportistas de elites suelen experimentar estrés fisiológico derivados de entrenamientos y competiciones con cargas altas y repetidas de ejercicio. Este estrés se puede acompañar de respuestas como la inflamación transitoria, estrés oxidativo, disminuciones del rendimiento, fatiga persistente o peor sueño.
El estrés físico puede acompañarse de cambios inmunológicos que, en combinación con otros estresores (Ej, viaje aéreo) puede aumentar el riesgo de infección. Existe un efecto de «supervivencia» para los atletas de élite cuyo sistema inmunitario puede ser entrenado para adaptar y atenuar las respuestas a mayores cargas de trabajo que el público en general. Pero los atletas también tienen sus límites. Su perfil genético subyacente, en asociación con otros factores estresantes y factores ambientales, determinará su perfil de riesgo para URI.
Además, realizar esfuerzos intensos una vez se cursa una infección, puede prolongar su duración e incluso hacerla derivar en una complicación médica más grave.
CONSEJOS:
Las principales recomendaciones de alimentación son las siguientes:
- Relacionar la ingesta de energía con el gasto
- Evite la dieta rápida
- Llevar una alimentación bien balanceada
- Consumir> 50% de ingesta diaria de energía como carbohidrato
- Asegurar una ingesta adecuada de proteínas (1.2−1.6 g / kg de masa corporal / día)
- Considere 1000 UI / día de vitamina D3 de otoño a primavera para mantener la suficiencia.
- Al comienzo de un resfriado, tome pastillas de acetato de zinc (75 mg / día)
- Considere probióticos (≥1010 bacterias vivas / día) para atletas propensos a enfermedades / viajeros
Las principales recomendaciones para evitar la infeccion son las siguientes:
- Trate de evitar a las personas enfermas, especialmente en otoño-invierno.
- Asegurar una buena higiene de manos1 y una vacunación adecuada.
- Evite la auto-inoculación tocando los ojos, la nariz y la boca.
- No entrene ni compita con los síntomas «debajo del cuello»
- Controlar y controlar todas las formas de estrés, incluidas las físicas y psicosociales.
- Maneje cuidadosamente los incrementos en el estrés del entrenamiento
- Reemplace las sesiones de entrenamiento excesivamente largas con sesiones de clavos más frecuentes
- Planifique la semana de recuperación o adaptación cada segunda o tercera semana
- Trata de dormir al menos 7 h cada noche
- Coma una dieta bien balanceada y evite la baja disponibilidad crónica de energía
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