La catalepsia es un trastorno repentino que afecta al sistema nervioso central y que aparenta algunos de los síntomas comunes del fallecimiento. Se caracteriza por provocar la inmovilidad momentánea del cuerpo, así como por la pérdida de la sensibilidad y de la capacidad para contraer los músculos. De igual forma, reduce la actividad de las funciones vitales al mínimo: la función cardíaca, la función respiratoria, la función neurológica y el sistema circulatorio.
La catalepsia se percibe como un estado en el cual la persona afectada yace inmóvil, incapaz de controlar sus extremidades y aparentemente sin signos vitales. Sin embargo, más allá de este aparente estado de fallecimiento, el afectado en realidad se encuentra vivo. Como ya se ha mencionado, en gran número de casos, esta afección hace creer que la persona que padece el ataque de catalepsia ha fallecido. Además, un episodio de catalepsia puede durar desde unos minutos hasta semanas, en los que la parálisis es total y no se muestran signos evidentes de vida.
Otra peculiaridad de esta afección recae en el posible estado de conciencia de la persona que lo padece. Es decir, el paciente que sufre un episodio de catalepsia puede presentar distintos niveles de conciencia durante la parálisis. En algunos casos, esta conciencia es vaga, mientras que en otros casos el afectado es capaz de oír o ver lo que ocurre a su alrededor, sin poder responder o reaccionar. Por más estímulos que haya, el afectado no es capaz de producir una respuesta.
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ANTECEDENTES HISTÓRICOS
El temor de ser enterrado vivo es una de las fobias más comunes del ser humano y este temor, en realidad, no es infundado del todo.
Décadas atrás, entre los años 1870 y 1910, comenzó a expandirse un gran miedo colectivo a ser enterrado vivo. Este temor surgió a raíz de una serie de casos en que personas eran enterradas vivas, tras sufrir un aparente estado de fallecimiento. La gravedad radicaba en que la persona podía ser declarada muerta por el médico y se le sepultada estando aún con vida. Entonces, una vez superado este estado de aparente fallecimiento, la persona despertaba dentro del ataúd. Debido a esto, se volvió común la construcción de “ataúdes de seguridad”, los cuales contaban con banderas o campanas para alertar de una posible reanimación del difunto.
La explicación a estos suceso es la catalepsia, trastorno que también es conocido como “muerte aparente”.
Pasado el tiempo y a raíz de las condiciones ocurridas a partir del siglo XIX, algunos países establecieron un periodo de 24 horas para mantener al cadáver en condiciones compatibles con la vida antes de enterrarlo o incinerarlo.
Sin embargo, lo cierto es que, en la actualidad, los avances médicos y tecnológicos ha permitido detectar de una manera más fácil y eficaz la presencia de esta afección. Así como, por otro lado, permiten numerosas formas de confirmar la muerte de un individuo, evitando las confusiones entre uno y otro estado.
SIGNOS Y SÍNTOMAS DE UN EPISODIO DE CATALEPSIA
La catalepsia se manifiesta a través de síntomas en las funciones de tipo motor y fisiológico. En grandes rasgos, se caracteriza por una parálisis corporal, junto con un endurecimiento y tensión de los músculos que incapacitan el movimiento y reducen la sensibilidad al dolor. En algunos casos, es posible que la persona esté absolutamente consciente de todo lo que sucede a su alrededor.
Otros signos de la catalepsia son:
- Descenso o anulación de la respuesta a estímulos visuales y táctiles.
- Pérdida del control muscular.
- Desaceleración de las funciones corporales, tales como la respiración, la digestión y el latido cardíaco.
- Disminución de la sensibilidad al dolor.
- Presión arterial baja y latidos del corazón casi imperceptibles.
- Flexibilidad cérea: las extremidades permanecen en la misma posición cuando alguna persona las manipula.
Es importante aclarar que la persona que está sufriendo un episodio de catalepsia no presenta fenómenos cadavéricos, los cuales son característicos del fallecimiento, por ejemplo: la palidez o tonos amoratados en algunas zonas del cuerpo, la rigidez, el enfriamiento corporal y deshidratación de las córneas. En el momento en el que aparecen estos fenómenos cadavéricos, está claro que la muerte se ha producido. Además, en todos los casos, es necesario confirmar el cese definitivo de las funciones vitales. Para ello, existen tres parámetros: el cese del corazón, el cese de la respiración y el cese de la actividad neurológica.
CAUSAS
La catalepsia no es considerada un desorden o enfermedad en sí misma, sino un síntoma o producto de alguna patología del sistema nerviosos. Es decir, la catalepsia es un trastorno que puede resultar como consecuencia de algún otro síndrome o enfermedad del paciente. Entre los detonantes encontramos:
- La epilepsia.
- La enfermedad de Párkinson.
- Distintos trastornos psicóticos como la esquizofrenia o cuadros graves y agudos de histeria.
- Alteraciones neurológicas.
- Aflicciones lumbares.
- Intoxicación de determinados fármacos como ansiolíticos o antidepresivos.
- Como resultado del Síndrome de abstinencia en la rehabilitación de adicciones sobre el alcohol, las drogas o los narcóticos.
- Crisis de ansiedad o cansancio.
- Choques emocionales extremos.
También, algunos factores de riesgo incluyen:
- La obesidad.
- La depresión.
- La apnea del sueño.
Sin embargo, es importante mencionar que se han presentado casos de catalepsia en personas sanas, sin ningún tipo de trastorno o enfermedad.
TRATAMIENTO PARA LA CATALEPSIA
A pesar de lo inquietante que suene el estado de catalepsia y aun sin un tratamiento específico para la misma, esta no es una afección grave y la persona que la presenta se puede recuperar con regularidad una vez terminado el episodio. No obstante, en el momento en el que el afectado presenta algún dato vital, es posible auxiliarlo para revertir la situación con maniobras de reanimación, masajes estimulantes, soporte vital, suministro de oxígeno o entubamiento, según sea el caso.
Asimismo, una vez finalizado el episodio, es necesario realizar una evaluación urgente y de diagnóstico para concretar cuál ha sido la causa que ha detonado este episodio y descartar o confirmar posibles trastornos o patologías asociadas. Según sea el diagnóstico final, se llevará a cabo un proceso de actuación para restablecer la salud del paciente, tratando la causa primaria.
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