¿Has intentado crear hábitos saludables para bajar de peso, por salud o gusto, comer sano o empezar a hacer ejercicio?, ¿ha sido difícil?, ¿crees que te perjudica oír a la gente decir que no lo vas a lograr, qué te estas obsesionando, que lo mejor es que te comas otra hamburguesa y faltes al gimnasio?, ¿sabes cómo enfrentar la lucha entre hábitos saludables y presión social?
La mayoría de nosotros tenemos un gran problema con eso y es hora de solucionarlo. Te diré cómo, porque como tú, millones se dan de frente con este tope rumbo a su meta soñada.
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Comencemos por entender que los hábitos saludables…
No son fáciles de adquirir. Estas conductas positivas y repetitivas son complicadas de crear, en especial cuando se carece de una formación desde la infancia, y mantenerlos es igual o más problemático, pues no se trata sólo de una cuestión de voluntad o dependiente exclusivamente de factores individuales. Cualquier hábito, sea el que sea, se tenga un motivo u otro, que se quiera cambiar, está influido por el entorno que nos rodea —cosas y personas— para cambiar o conservarse.
¿No me crees?, te daré un ejemplo directo del diván de mi consultorio. Te aseguro te identificarás.
El caso de Karen:
Karen —nombre ficticio de la paciente para proteger su identidad— era una chica que como la mayoría de quienes desean bajar de peso, llegó al consultorio tras probar cada dieta, pastilla y remedio en el mercado, y cada tipo de ejercicio y faja imaginable y no. Comenzaba las dietas, los tratamiento o actividades, llena de un optimismo desesperado, que al transcurrir los días y semanas se convertía en mera desesperación, porque lo que bajaba lo recuperaba más rápido de lo que se iba.
Cansada, sintiendose mal, fracasada, deprimida, tomó la decisión de probar con la psicología. Lo cierto es que no esperaba un resultado, por mínimo que fuera, y es que… ¿qué tiene que ver la cabeza con lo que entra por la boca?, ¡todo!, aunque no de la manera usual en que concebimos esta relación como un resultado de la “voluntad”.
En cuanto cruzó la puerta supe que tenía lo necesario para lograr su objetivo: formar hábitos saludables. Llevaba años esforzándose por conseguirlo, y esa constancia era prueba definitiva. ¿Qué la detenía?, entre varios factores, el más importante y hacia donde no encausaba su enorme fuerza de voluntad: entender que su talón de Aquiles se hallaba, no en la comida o su “debilidad”, sino en la manera de lidiar con el entorno (la presión social).
A las 06:00 am se levantaba a hacer ejercicio, se bañaba y se unía al desayuno familiar, intentando apegarse al plan alimenticio en turno. Preparaba su desayuno, se sentaba, comía y, como en muchas familias, la suya cerraba con pan de dulce y café. Karen sabía la porción a ingerir de dicho pan. Tomaba un cuchillo y cortaba.
¿Cuál era el problema para establecer hábitos saludables?
Que acto seguido escuchaba indirectas sobre desperdiciar comida, no disfrutar la vida, lo grosero de rechazar el pan que los padres lucharon por llevar a la mesa, la “obsesión” de estar delgada, lo delgada y desnutrida que se veía pese a su sobrepeso, y un largo etcétera. Una arrasadora presión que acababa con su determinación, la estresaba y llevaba el resto del pan a su plato, a su boca, a su culpa y a la consecuente desmotivación.
Un desliz matutino ocasional no habría sido ningún conflicto, de no ser porque dicho desliz se convertía en una constante de comida en comida.
¿Y entonces…?
Lo dije al inicio, los hábitos saludables se aprenden y se mantienen gracias a quienes y lo que nos rodea.
Si en la familia que tenemos no existen hábitos saludables respecto a la alimentación y el ejercicio, tenemos que enfrentarnos a unas enseñanzas que hemos heredado, algo muy complicado de modificar para nuestro cerebro ya que se han ido asimilando durante toda la vida. Y si encima el cambio se hace en un miembro de la familia, sin el apoyo y con el cuestionamiento o critica insistente, en particular de las personas significativas (mamá, papá, hermano, amigos, pareja), la modificación de dichos hábitos se torna misión imposible, dolorosa y frustrante.
Nos guste o no la idea tenemos distintas necesidades, dentro de las cuales las más importantes —después de las biológicas— son las relacionadas con la aceptación social para percibirnos seguros y estables. Para bien o para mal lo que el otro diga va a ser uno de los elementos determinantes del éxito o el fracaso.
¿Y el truco para vencer en el versus entre voluntad y mundo está en…?
Un par de trucos que te propongo, que para Karen fueron útiles en su lucha por adquirir hábitos saludables, y la ayudaron triunfando con la comida y los demás. Si no podemos hacerlos acoplarse a nuestros objetivos, por más sanos que sean, hay que ajustarnos a lo que sí se puede hacer.
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Truco 1: Alianzas
Para comenzar el gimnasio o dejar de consumir azúcar, grasas o pan, o comer más verduras y frutas, la soledad no es la mejor aliada.
Como dije, en las necesidades básicas que tenemos, está el reconocimiento, y por ello va a ser mil veces mejor tener con quien compartir la lucha, que hacerlo a la de llaneros solitarios. Trata de conseguir un aliado, alguien que se una a tu reto para hacerlo suyo, y a quien puedas acudir para celebrar triunfos y apoyarte en derrotas.
Mientras más aliados cercanos tengas, mucho mejor.
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Truco 2: Organización
Durante la noche o la mañana de cada día, y sin falta, organiza tus comidas y horarios.
Planifica qué comerás o a qué hora harás ejercicio (complementa creando alarmas, pegando post-it, armando una agenda). De esta forma irás directo a tu plato ideal o al gimnasio, al tenerlo establecido y presente, y será menos probable que te pierdas en la variedad de alimentos en la cocina o en el qué-dirán, aumentando la posibilidad de mantenerte en tu camino.
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Truco 3: Repetición
Esto es fundamental. Es necesario luchar contra lo aprendido por años, recordando al cerebro de manera constante el motivo por el que nos esforzamos por cambiar.
Escribe en un papel tu meta y la razón de dicha meta (ejemplo: «quiero estar sana», «quiero vivir muchos años») y, previo a unirte a la mesa o a dar rienda suelta a tu rutina de cardio, léela para ti. Hazlo lento, eso es parte del truco para evitar desesperarte. Enseguida, continúa repitiendo a esa velocidad y mantén en tu mente lo escrito.
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Truco 4: Prevención
Prevén las críticas que conoces, y en vez de explicar por qué no o por qué sí haces esto o aquello no, comes esto o aquello no, proponte responder de forma concreta y tranquila, agradeciendo la preocupación, el ofrecimiento ajeno o simplemente di “no” y guarda silencio.
No pelees, no te desgastes, tienes un objetivo y lo elemental es que tú te comprometas con él, no los demás. Esto nos lleva al último punto.
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Truco 5: Aceptación
Cada uno tiene una visión distinta del mundo. Tu meta no es la del resto. Y ya sea en familia o amigos el cambio de uno nunca es sencillo de asimilar. Está bien. No hay problema.
No se trata de discutir con todos ni de que ellos se alineen a tu ritmo. Se trata de apegarte a tu objetivo, de comprender que no es que el otro deba entender, que sin importar si lo hace o no, tú tienes un compromiso contigo.
Empeñarte en que los demás hagan, hará que tú jamás hagas.
¡Listo, vamos por esos hábitos saludables!
Estos cinco puntos te servirán con la presión social, pero recuerda, lo primero no es cambiar a lo loco hábitos, es asesorarte adecuadamente con profesionales capacitados (psicólogos, nutriólogos, médicos, instructores, etc.) para hacerlo bien, rico y sano, por amor a ti.
Mucha suerte y nos leemos en la siguiente entrada.
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